Pero el dinero no es el único problema que deben afrontar: ya no hay sitio para los nueve millones de difuntos anuales y las autoridades chinas han pedido a sus ciudadanos que renuncien a tener su propia parcela funeraria, según cuenta USA Today. Dicen que es el sacrificio que supone vivir en una ciudad y, por lo tanto, si quieren una tumba deberán tener en cuenta que dentro de 20 ó 30 años será desplazada a un panteón colectivo.
El objetivo es evitar que el paisaje de ciudades como Pekín esté dominado por lápidas. Las soluciones que recomiendan pasan por esparcir las cenizas de sus difuntos en el mar o enterrarlas bajo árboles. Escoger este “entierro verde”, como lo denomina el gobierno chino, servirá para proteger el medio ambiente y supondrá un ahorro importante para los bolsillos de los chinos.
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